En principio, Maestra Vida es una salsoteca del barrio Bellavista de Santiago de Chile, tal vez el más antiguo espacio para escuchar y bailar ese género musical hecho por los latinos en New York. Los administradores de “Maestra Vida” se han preocupado por tener una constante cartelera de música en vivo, de salsa y otros ritmos afrocaribeños asociados, sin excluir a otros géneros musicales que no sean tropicales. Se advierte, sin embargo, un claro enfoque “latinoamericano” en las bandas que allí se presentan. Ejemplo: cuesta encontrar música en “Maestra Vida” cantada en idioma anglosajón.
Pese a la mención del espacio, es bueno recordar el origen del nombre de aquel salón de baile. “Maestra Vida” está inspirado en un disco homónimo del cantautor Rubén Blades. Publicado por el sello Fania en 1980, “Maestra Vida” destacó en su tiempo y es recordado aún por ser un LP doble y donde el autor se propuso contar la historia de una familia común a Latinoamerica toda. Para ello inventó una trama familiar, los llenó de personajes que relataban sus vidas y los entremezcló con canciones en clave de salsa. Se estaba, entonces, ante la primera opera hecha en el género salsa.
Cuentan los historiadores de la salsa que en el sello pensaron que Blades se había vuelto loco. Un disco doble, con infinidad de personajes, con demasiado texto y música no hecha esencialmente para el bailador, que es lo que el sentido común y la industria mediática espera de la salsa. Tal vez porque Blades ya había enfrentado un problema similar con la inclusión del “cuento-canción” Pedro Navaja en el disco “Siembra” (1978), single de más 7 minutos y donde otra vez no se encontraba el clásico llamado salsero a “bailar y gozar”. Pese a lo anterior, “Pedro Navaja” se ganó un sitial dentro del cancionero latinoamericano y “Siembra” fue el disco más vendido dentro de la historia de la salsa. Así que con el precedente del disco anterior, Fania autorizó el lanzamiento al mercado de “Maestra Vida I y II”.
Entonces, los seguidores de Blades escucharon un disco que, en vez de partir con el piano, percusiones latinas y bronces eufóricos, comenzaba a sonar mediante una voz que narraba lo siguiente:
“Una tarde de abril 1975, Quique Quiñones repleto de recuerdos bebía en una de las mesas del barrio. Era hijo de Babá, compadre eterno del legendario sastre Carmelo Da Silva. Hoy, las cervezas y los rones de siempre los comparte Quique con su hijo Calitolito y con Rafael Da Silva, nieto de aquella arrolladora Manuela”.
Cabe agregar que, con este trabajo, Blades conceptualizó su propuesta de recoger historias y personajes en lo que él denominó Folclklore de la Ciudad Latinoamericana, FOCILA, con el cuál se hacía cargo de los dolores, anhelos, delirios y sinsentidos del patio trasero, ese que va desde los suburbios de inmigrantes latinos de Nueva York hasta la Patagonia. Agudo y ambicioso, Blades utilizaba la salsa como plataforma para hablar otras cosas con infinidad de personajes que perfectamente podrían interactuar en un solo relato; contar la delincuencia mediante “Pedro Navaja”, meterse en la prostitución con Juana Mayo, empatizar con la impotencia de la carestía con Adán García, conmoverse con la pasión latina con el cortejo de Carmelo da Silva frente a su amada Manuela…y el acontecimiento dentro de una familia que implica la llegada de un niño con “El Nacimiento de Ramiro” “Es que yo ni sangre puedo darte, me bebí 30 cerveza y una botella de ron, por la emoción de tanta espera”…
Como siempre se agradecerá en toda expresión de sentimientos, como debe ser a toda obra de arte; un subterfugio que comunique a otros espacios de la subjetividad, sin olvidar que el arte siempre será hijo de su tiempo, como hasta ahora lo ha hecho Blades contando sobre América Latina, cantando.
Porque, como dice la obertura de Maestra Vida: “La historia es idéntica a todas las historias de este barrio. Quizás sea la misma. Por eso, como siempre, la música no es más que un pretexto”.